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jueves, julio 28, 2016

EN LAS MONTAÑAS DE HOLANDA de CEES NOOTEBOOM


















EN LAS MONTAÑAS DE HOLANDA de CEES NOOTEBOOM
in nederland 1985
Siruela 153 Pág
Tradc. Felip Lorda i Alaiz


Si me pongo a barrer, o mejor, si me pongo a pasar el plumero en una habitación llena de polvo, todo el mundo sabe que apenas servirá para moverlo de un sitio a otro: lo que antes conformaba una capa fina encima del aparador, ahora estará en la mesita de café. Son los mismos pedacitos de tu piel que muda, de arena del alguna playa lejana que ha entrado por la ventana, de polen que ha llegado de las montañas, de cemento de la ciudad que se descompone...; pero redistribuidos con distinto orden; minúsculos reordenamientos que conforman un paisaje diferente solo vistos por los múltiples ojos de algún animal de microscopio. Cees Nooteboom sopla con fuerza acertada y descomunal en un cajón donde guardaba los apuntes sobre cuentos de hadas, sobre la literatura, sobre viajes, sobre la forma de ver el mundo, sobre el lenguaje, sobre lo real y lo irreal, sobre la vida..., y estos se elevan hacia el techo para posarse, como si un rompecabezas se tratara, de una forma concreta, en esa en las que todos los pedazos encaja, sorprendentemente han caído en la postura adecuada y en el momento perfecto, como si estaríamos jugando a aquel viejo juego del “TETRIS”.

Pero no querría dar un sentido de desorden o de improvisación con la comparación de párrafo anterior, solo expresaba la magia que se posee para conformar una novela con la suma de otras que en apariencia están enfrentadas: metaliteratura, hadas, viajes, circo, amor, sexo, violencia, magia, injusticia, justicia, pobreza, muerte..

Un viejo escritor aficionado español reescribe en holandés, sentado en el pupitre de una escuela nacional, un cuento de hadas de Hans C, Andersen. La realidad está en ese pupitre zaragozano en una noche de verano mientras fuma “Ducados”, ese es tu acompañante que se sienta junto a ti, verdadera como una luna vacía en invierno, y es el que te hace creer que la historia que él esta inventando es la vida real, casi contada al instante de haber sucedido; como cuando una hermosa pareja -inigualablemente bella- de ilusionistas -Kai y Lucía-son llevados a las montañas del sur de Holanda-que no existen, pero que puede que lo hagan-, para poder sobrevivir de su trabajo y... para poder demostrar -por orden del escritor-que su amor está más allá de las palabras y los lazos de la costumbre.

Pero Alfonso Tiburón de Mendoza, inspector de carreteras y escritor aficionado de tiradas escasas, no te cuenta una historia llana e inamovible como una carretera sin montañas, no. Él habla de literatura, de la forma de contar historias en las que el autor es un dios creador; es padre, hijo, pero también es personaje -es mortal-, porque debe dejarse llevar por este último para crear. No puedes ser dios si no tienes creyentes, no puedes -¿o no debes?-ser autor si no has sido actor. Debes dejar que tus personajes tomen sus caminos, que los paisajes cambien de una hoja a otras, que el olor del ducados traspase la hoja que escribes y llegue a la nariz de tus personajes. Y son las palabras las que modelan la literatura y por ello están predispuestas a ser polísémicas, homónimas, sinónimas o antónimas. Todas vivas y que, además, recrean tanto el mundo del autor como el mundo del lector, son animales vivos que parecen nacer y morir en solo unas frases para volver a renacer en otros idiomas y en otras historias que no cuentan lo mismo.

Así el cuento es una tiovivo en el que miras a una pareja joven elevándose  y bajando en sendos caballitos de madera, y al momento aparece una rufián en un coche de policía, y al instante la rueda te enseña un payaso que se eleva en una pelota que flota en aquella vieja barraca, y a la Reina de las nieves volando en un nube blanca como la espuma de afeitar. Y sobre el tiovivo de juguete un escritor que va moviéndolo con la vieja manivela que despide un olor a aceite de engrasar y a tinta de engatusar.


Y aquel cuento infantil de Andersen en la que una niña, Gerda, busca a Kay, su novio, y lo encuentra y lo revive en el palacio de la Reina de las Nieves; se convierte en este libro en un cuento sobre la vida contemporánea, una visión sobre el sur pobre y el norte rico, sobre incomprensión, sobre sexo, sobre amor, sobre salvación , sobre creencias, sobre búsquedas, sobre corrupción... El viejo cuento de hadas ha cambiado en el nuevo cuento sobre la perdida de la inocencia. Ya no existen principies azules ni princesas perfectas, aquello se acabó en cuanto un escritor - Alfonso Tiburón de Mendoza- escupió la saliva con sabor a tabaco negro del fuerte sobre el pupitre en los que los niños escribieron unos meses antes sobre dónde vivía Papa Noel, o sobre qué era la felicidad...

Los libros son para interpretar y puede que otro que lo lea, entienda que en realidad, que de verdad, esta es una novela sobre el amor, sobre la vieja historia de la pareja unida para siempre -comiendo perdices-, sobre entender la literatura como creación continua -mentira y verdad al mismo tiempo-. También, sí,  yo lo creo porque es incluso eso...: el cubo está vacío por los agujeros del fondo y el autor y el lector han hecho un pacto para que la fuente siempre esté llenándolo.


wineruda

jueves, agosto 06, 2015

¡MOKUSEI! y EL BUDA TRAS LA EMPALIZADA de CEES NOOTEBOOM














¡MOKUSEI! y EL BUDA TRAS LA EMPALIZADA de CEES NOOTEBOOM
¡mokusei! - de boedáha achter de schutting 1982/1986
Edtar. Siruela 113 Pág
Tradct. Julio Grande








Hay muchas guías de viajes, algunas para gente sin dinero, otras para ricos, la mayoría para la gente común. Dentro de ellas las hay que derrochan fotos, otras aconsejan hospedaje y visitas turísticas, otras enseñan los rincones más desconocidos. Las hay de mil formas, precios o atractivo. Pero muy pocas enseñan el alma del país. Ese lugar profundo que identifica las caras, los olores, los sentimientos, los pasos silenciosos por las noches en las calles desnudas, las miradas perdidas entre el gentío, las máscaras colgadas en las pestañas, el sabor ácido de la monotonía cuando tú disfrutas de la variedad, el sucio hartazgo de sentirte libre del todo por una vez. ¡Mokusei! y “El buda tras la empalizada”, no son guías de viajes, no esperes buscar caminos físicos, ni adelantos emocionantes ni siquiera consejos para inexpertos. No. Estos dos cuentos van más allá. Son la impresión de una pisada en el barro, ésa que deja una huella de zapatos pesados en la tierra mojada, que el tiempo seca y los hace eternos, como esas zancadas de dinosaurio en las piedras. Son marcas profundas en la mente del los protagonistas: uno en Japón y el otro en Tailandia. Son guías de retorno -acaso imposible-, a lo que fueron, a sus patrias menores, a sus grandes paraísos cotidianos. Lo que no enseñan las guías de viajes ni las de retornos, es a olvidar. A olvidar amores y olores, lluvias y desiertos, desencantos y alegrías, imágenes y cantos, besos y lloros, situaciones y sueños.




¡Mokusei! Es la historia de un fotógrafo de guías de viajes que conoce en una sesión de fotos a una joven japonesa de la que se enamorará. Aparentemente todo muy clásico, muy obvio. Pero no... Nooteboom no es de esos. El cuento es una reflexión ambivalente: sobre el imposible olvido, sobre el amor, sobre la tristeza... Es también una reflexión sobre Japón, acerca de la inesperada semejanza del país, de la búsqueda inútil de esencias imposibles que esperabas pero no existen, acerca de que todo el mundo es igual: esa diferencia que buscas no la encuentras. Sólo son otras calles en otro país pero son los mismos edificios y el mismo cemento y las mismas miserias. Pero en la lógica de la ambivalencia del protagonista, donde el amor por Mokusei se contrapone al desamor por Japón, se descubre que ella es Japón, que todo lo que la rodea: sus costumbres, su presencia, su olor, su pasión... todo es Japón. Un país no son sus edificios, no son, siquiera, sus paisajes o monumentos, un país son sus personas. Inmutables...




“ La tristeza se iría desgastando, como todo, pero nunca escaparía
a la sensación de que era él mismo quien se desgastaba con ella.




En “ El Buda tras la empalizada” un amigo pide al viajero -así denomina al protagonista- que cierre los ojos, que deje de querer ver Tailandia con ellos y los mire con los ojos de la mente. Pide que le cuente lo que ha sentido, lo que ha perdido y ganado, lo que ha descubierto y perdido en los días que ha pasado allí. Y desde ese instante, un torrente de emociones y sensaciones discurre por el cuento, desde bailarines adolescentes y putas tristes, calles llenas de gente con rostro inmutables, Budas de todos los colores y en todas las posturas, hoteles desconocidos y bares sucios, de tuktuks velocísimos, tardes tristes, templos olvidados, ancianas que dan masajes celestiales, tropas de rostros idénticos, calles como mares, y ríos como calles, amores prohibidos y risas urticantes, aguas fecales y bebidas que enferman, pero...


“No puedes tomar nota de un océano.”


Para “el viajero” aquel mundo está tan lejos de él que dándose la vuelta, sabiendo hacerlo, apenas está a unos pasos de distancia por el otro lado. Todo es cuestión de perspectiva... y de amor por lo diferente. Lo que necesitas conocer para identificarse con un país es usar todos los sentidos, no solo la vista, y así digerirlo para que, con una masticación lenta, poder hacer una digestión suave, atenta, en la que como los bovinos, regurgites lo aprendido y lo saborees de nuevo, con todo lo malo y lo bueno, y lo aceptes y lo agregues a tu sangre, a tu saliva, incluso a tu orina.


Wineruda



Hoy...

50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS de EZEQUIEL ZAIDENWERG

  50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS SELECCIÓN, TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EZEQUIEL ZAIDENWERG     Decían que decía...